EL RIESGO DE NO SABER ARGUMENTACIÓN
Somos ciudadanos
del mundo, tenemos ciertas responsabilidades ineludibles con nosotros mismos,
con nuestros pares y con el planeta en el que vivimos. Parece que ningún hombre
es una isla. Qué hacer y qué creer son indispensables para cumplir con nuestras
responsabilidades.
Chávez irrumpe con un golpe de estado,
con intenciones de derrocar a un gobierno democráticamente establecido y que,
visto desde la perspectiva que brinda el tiempo, estaba en vías de una profunda
modernización política y económica. Fue un momento clave, una oportunidad
perdida para Venezuela. Los fallidos golpes no fueron suficientes para que
escarmentaran las mayorías que vieron en Chávez un redentor. Ya sabemos los
resultados de este horrible experimento.
Las mayorías
querían reformas, pero apoyaron algo más, una revolución y la destrucción de la
institucionalidad. Faltó racionalidad en las decisiones y creencias de los
venezolanos. Faltó un buen argumento.
Y este no es un hecho aislado que le ha sucedido a los venezolanos por su idiosincracia. Es lo que sucede con gran parte de los que apoyan (entre tantos ejemplos) a la extrema izquierda, en España, la extrema derecha, en Europa o a Trump, en Estados Unidos. Son más las emociones que las buenas razones las que comandan en todos estos casos.
Y no es que las decisiones
fundamentadas en aspectos emotivos sean malas automáticamente. El problema es
la carencia de un análisis mínimo en el que se ponderen sistemáticamente los
argumentos, a favor y en contra, más relevantes; previa identificación y
reconstrucción de dichos argumentos.
Se puede decir
mucho más sobre este tema. Seguiremos hablando de ello. Es un riesgo no saber
Argumentación. Es un riesgo no desarrollar un espíritu crítico ante las razones
que nos brindan los demás.
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