FALACIA DE LA BARBA, CRITERIOS BORROSOS Y ARGUMENTOS EN VENEZUELA
En
las discusiones públicas en las que se critica la forma de gobierno en
Venezuela (y creo que no son ajenos otros países) es frecuente conseguirse con
ciertos patrones de objeciones a la crítica. La fuerza persuasiva de tales
objeciones puede desarmar a quien no esté preparado para responderlas, pero,
como veremos, se basan en un error. Una de las objeciones persuasivas se ejemplifica
en la siguiente secuencia argumentativa:
- Uno (desde algún medio público o red social): el gobierno ha debilitado la opinión pública, usa la amenaza con frecuencia para acallar voces críticas, etc.; por tanto, aquí ya no estamos en democracia.- Otro: si este gobierno no fuera democrático te perseguirían por escribir lo que acabas de escribir, pero, ya ves, nadie te está persiguiendo.
Evidentemente,
esta es una de las tantas formas que toma esa secuencia de argumentos. Lo fundamental
en lo que dice Otro es la pretensión de refutar que el gobierno pueda
clasificarse (pública y libremente) como no democrático, porque el hecho de poder hacer
pública la clasificación (y no ser perseguido) hace que el criterio para
clasificar al gobierno como no democrático no se cumpla.
La
objeción deja implícito un punto importante que, más o menos, se puede poner en
estos términos: se supone que uno de los criterios para determinar que un
gobierno es no democrático es que ese gobierno no permita hacer declaraciones
públicas y libres en su contra. ¿Está de acuerdo, estimado lector?
Bien,
aquí comienzan los problemas de ésta y muchas otras objeciones. En gran
cantidad de casos, los criterios que se usan en las definiciones son vagos o borrosos.
Por ejemplo, ¿cuándo podemos clasificar a una persona como «una persona con
barba»? ¿El criterio debe ser «más de n pelos»? ¿Y por qué no «más de n+1
pelo»? De igual manera, ¿cuántas violaciones a la libertad de expresión o a los
derechos humanos son necesarias para identificar a un gobierno como no democrático?
¿Cuántas persecuciones (y con qué intensidad) debe haber a la opinión pública o
a políticos de oposición?
La
vaguedad o borrosidad de los criterios de algunas definiciones no implica, en
sí misma, una valoración negativa de tales definiciones. En muchos casos no hay
otra forma de definir algo. La misma naturaleza de algunas cosas implica
variaciones y gradaciones continuas, con fronteras borrosas, sin puntos de
quiebre. Pero esa vaguedad corre el riesgo de ser explotada
falazmente, con consecuencias reales.
Una
de las falacias que parte del abuso de los criterios borrosos de las
definiciones es llamada la falacia de la
barba. Ésta tiene lugar cuando se objeta que, como cierto criterio de la definición
es vago o borroso, no hay una distinción real entre lo que se ajusta a la
definición y lo que no; de manera que lo que se pretendía definir no puede
clasificarse según ese criterio.
Por
ejemplo, sobre la base del criterio «si alguien tiene una cantidad visible de
pelos en el mentón y las mejillas, entonces tiene barba», puedo clasificar al
siguiente señor como hombre con barba:
La objeción falaz señalaría que el
criterio es vago o borroso, no hay un punto preciso que determine que cierta
persona tiene una cantidad visible de pelos; de manera que (1) no hay una
distinción real entre tener o no tener barba y (2) no está bien justificado el
argumento que concluye que el señor tiene barba sobre la base del criterio
expuesto.
El
error de la falacia está en que, como señalan algunos autores (Manicas y
Kruger, también Walton), el hecho de que seamos incapaces de hacer una distinción
clara entre dos extremos (como frío y caliente, barba y no barba, alto y bajo)
no quiere decir que no haya realmente una distinción entre esos extremos o que
estemos legitimados para desechar las clasificaciones basadas en los criterios
(vagos) que permiten distinguirlos. En nuestro ejemplo, el hecho de que el
criterio sea vago, porque es difícil distinguir ente barba y no barba, no
quiere decir ni (1) que tener o no tener barba no puede definirse, pues sí son
extremos distinguibles; ni (2) que no esté justificado (sobre la base del
criterio) señalar que el señor del dibujo tiene barba.
¿Qué tiene que ver la falacia de la
barba con la secuencia argumentativa sobre el gobierno no democrático? Tanto en el caso de la falacia de la barba, como en el
de la secuencia que abre esta entrada, se explota falazmente la vaguedad de un
criterio para objetar el argumento del rival. De esa explotación falaz de la
vaguedad proviene, en ambos casos, la fuerza persuasiva de las objeciones.
A
diferencia de la falacia de la barba, en el caso de la secuencia de la entrada
la objeción no se pretende –en principio– negar la existencia de una distinción
entre lo democrático y lo no democrático. En cambio, se niega el criterio del
argumento criticado y, de manera implícita, se impone un criterio extremo,
exageradamente estricto. Esto hace que en la práctica la definición deje de
tener utilidad. Si tomamos el ejemplo de la barba del señor, la objeción sería que no se puede decir que
el señor no tenga barba, porque se le ven dos pelitos en el mentón. Con
esto se pretende aplicar un criterio tan estricto («no barba» es ningún pelo en
la cara) que deja de tener utilidad práctica la distinción entre barba y no
barba.
En
este gráfico podemos ver la diferencia entre la falacia de la barba clásica y
el abuso falaz de la vaguedad de una definición (falacia del criterio absoluto) como la de nuestro ejemplo
político:
Volviendo
a la secuencia de la entrada. La violación de la libertad de expresión para
considerar que un gobierno ya no es democrático es un criterio borroso, pero nadie
con sentido común puede afirmar que el criterio se cumple si, y solo si, absolutamente
ninguna opinión contraria es permitida. Ese sería el grado máximo, el grado
«Corea del Norte». No es razonable señalar que se debe llegar a ese grado para
hablar de gobierno no democrático. En la secuencia al principio de esta entrada
se rechaza clasificar al gobierno de no democrático desechando, implícitamente,
el criterio usado por la otra parte; a su vez, se nos cuela otro criterio: no
solo las violaciones a la libertad de expresión deben ser frecuentes, sino que
tienen que ser absolutas, totales y automáticas. De esta manera, deja de tener
utilidad práctica la distinción entre lo democrático y lo no democrático:
siempre será posible apuntar a los escasos espacios libres como prueba de que
sí hay democracia.
Fuentes:
Walton - The Argument of the Beard - http://ojs.uwindsor.ca/ojs/leddy/index.php/informal_logic/article/viewFile/2382/1824
Qué interesante. ¿Un ejemplo de la falacia de la barba podría ser que ningún país podría considerarse en "vías de desarrollo" porque ese es un concepto muy ambiguo?
ResponderBorrarDepende del contexto. Se comete la falacia, por ejemplo, si estamos discutiendo sobre economía o calidad de vida y alguien me objeta (seguramente, de manera implícita) que no hay diferencias entre el desarrollo de EEUU y el de Venezuela, porque eso de "vías de desarrollo" es ambiguo.
ResponderBorrarCuándo no es falaz: leyendo un poco en Wikipedia, me entero que el Banco Mundial dejó de usar ese término, ya no distingue entre desarrollados y en vías de. Puede ser que dejó de usarlo, justamente, porque sus criterios son borrosos o ambiguos. Esto no es falaz, pues siempre se pueden discutir si los criterios de una definición son correctos, precisos, útiles, justos, etc. (ver el caso Plutón).
Gracias profesor, me gustó mucho este artículo. ¡Saludos!
Borrar¿Cómo podría uno combatir o refutar esta falacia? Es bastante problemática. En el caso de la democracia, el argumento falaz hace que sea imposible decir que no hay democracia, porque recurre a un criterio extremo, que sería que a todas las personas del país se les tenga que violar la libertad de expresión para poder afirmar que en Venezuela no hay democracia.
BorrarArgenis, creo que tu pregunta implica dos posiciones: (1) por una parte, "cómo combatir una falacia" puede entenderse como "qué hacer para no dejarse arrastrar por la fuerza persuasiva, cómo estar alerta"; (2) por otra parte, "cómo refutarla" es interpretable como "qué puedo decir para objetar a un rival que ataque con la falacia". Entonces, te respondo por partes:
Borrar(1) Creo que lo mejor para no caer en esas falacias es estudiarlas, comprender dónde se encuentra el error y ver casos reales. Como dices, en la práctica es problemático, porque seguramente no vendrá reconstruida, la conclusión estará implícita (no te van a decir directamente que no hay democracia, por ejemplo), se dirá de maneras que escondan el error.
(2) Para objetarlas, hay que reconstruir el argumento falaz y luego hacer ver que es errónea la propuesta. Normalmente, al exponer el argumento ya reconstruido es mucho más fácil ver que algo no está bien. Se pueden usar contra-ejemplos (como el de la "no barba" que uso en la entrada), con el fin de mostrar que es absurdo poner el extremo.
Pero, es verdad, esta falacia es sofisticada y, ojo, el artículo de Walton que cito identifica casos no falaces (los llama "argumento de la barba").
Genial. Muchas gracias!
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