MÁS PREGUNTAS QUE RESPUESTAS, NEGOCIACIÓN EN VENEZUELA
Antes
de comenzar, quiero justificar por qué hablar tanto de Venezuela. No, no es
solo porque soy venezolano. Me parece importante nuestro ejemplo porque estamos
viendo, y viviendo, un proceso real, día a día, en el que partes muy distantes,
que no se reconocen, comienzan una mesa de diálogo, se acusan mutuamente de
incumplir los acuerdos iniciales y vuelven al punto de partida sobre si deben
negociar. Todo este proceso involucra aspectos relevantes para la Argumentación
y Negociación (A&N). Además, el caso venezolano no es ajeno ni a la región
ni al mundo; creo que somos parte de un fenómeno mundial de debilitamiento de
las estructuras democráticas que implica un abuso del lenguaje (y las
instituciones) más sofisticado que el de las antiguas dictaduras y
totalitarismos.
En
otra entrada concluíamos que el gobierno venezolano parecía haber traspasado el umbral que
distingue entre lo democrático y lo que no lo es. En concreto, decíamos que el
hecho de suspender indefinidamente las elecciones regionales y violar el
derecho a recoger firmas para realizar un referendo revocatorio contra el
Presidente (aparte de la censura a los medios, presos políticos, «inhabilitación»
del parlamento) implicaba que el gobierno tenía que ser calificado de no
democrático. Es como si el gobierno se hubiera cansado de andar bordeando los
límites de los criterios de democracia y, de un tiempo para acá, no le importara
mantener las apariencias mediante la explotación de definiciones borrosas.
Hasta cierto punto, las autoridades nos están diciendo, como el Arquitecto de Matrix, que hay niveles de supervivencia que están dispuestos a aceptar. ¿Ya entiendes, estimado lector, por qué decía que la frase del Arquitecto rondaba mi cabeza?
Incumplir
los criterios mínimos de democracia y estar dispuesto a tolerar sus
consecuencias tienen efectos importantes en un hipotético proceso de negociación
entre el gobierno y la oposición. Me gustaría destacar dos de esos efectos: (1) la redefinición de problemas, intereses y fines de la oposición; y (2) el debilitamiento de las alternativas de la oposición (y cómo evitarlo).
(1) Reconocer que el gobierno piensa que puede tolerar las consecuencias de ser
catalogado como no democrático conduce a redefinir los problemas, intereses y
fines de la oposición. El interés principal sería ahora el cumplimiento de los criterios
mínimos de democracia, específicamente, el derecho al sufragio. El problema deja
de ser, como fue hasta diciembre pasado (2016), si debe realizarse un referendo
revocatorio o unas elecciones generales; ahora el punto es si pueden realizarse
elecciones libres y plurales en Venezuela.
Hace
unas semanas la Mesa de la Unidad Democrática presentó un documento en el que
exigía, como condición previa al diálogo, que el gobierno fijara un cronograma
electoral. Esto es como si un marido maltratase a su mujer y ella le exigiera, como condición para asistir a una terapia de pareja,
que dejara de maltratarla, ¿no debería ser la terapia de pareja la que resuelva,
justamente, el problema del maltrato? Si aceptamos las consecuencias de los
argumentos que he planteado, ahora el derecho al sufragio ha dejado de ser una
condición previa para el proceso de negociación: es eso, justamente, lo que
debe discutirse en dicho proceso.
Sería
preferible, por lo tanto, concentrar las
exigencias en la forma que debe tener el proceso de negociación y en los temas que deben discutirse. Creo que un hipotético proceso de negociación (que no
de «diálogo») con el gobierno debería contener, inicialmente, menos temas de
discusión, pero con puntos concretos que puedan acordarse: el tema medular
debería ser el reconocimiento del derecho al sufragio mediante la fijación de
un cronograma electoral, garantizando la participación de todos los partidos
políticos en condiciones justas. Esto haría necesaria la presencia en la mesa de mediadores –no, facilitadores– imparciales en quienes las partes puedan confiar, y representantes
de los actores principales: no solo de la Mesa de la Unidad Democrática y del Ejecutivo Nacional, sino también del Tribunal
Supremo de Justicia y del Consejo Nacional Electoral.
(2) Batna opositor. La decisión de tolerar las consecuencias negativas, si no
hay acuerdo negociado, implica una menor dependencia del otro y, a causa de
esto, un debilitamiento de la necesidad de negociar por quien toma la decisión.
En el caso venezolano, las decisiones del gobierno han causado que se perciba
con más poder para imponer sus términos y, por su parte, la oposición ha visto
debilitadas sus opciones de presión. Por ejemplo, ¿hasta qué punto la
aplicación de la Carta Democrática de la OEA tendría consecuencias intolerables,
ahora, para el gobierno? Sinceramente, no lo sé; pero creo que esta es
una de las consecuencias que tienen que haber previsto tolerar cuando decidieron (desde
el gobierno) actuar como lo han hecho últimamente. De igual manera, ¿puede la
oposición crear, actualmente, suficiente presión en la calle? La pregunta
queda abierta, no tengo respuesta para ella.
¿Qué
opciones tiene la oposición para mejorar su poder de negociación? Las salidas
que tiene la oposición pueden plantearse desde una perspectiva argumentativa. Pero
no tengo respuestas, sino preguntas que pueden guiar las estrategias de una
hipotética negociación. Si el gobierno cree que ya no tiene tanto que perder y
nada que ganar, entonces:
G1: ¿Puede la oposición convencerlos de que han
interpretado mal los hechos y sus consecuencias, de manera que sí tienen algo
que ganar si negocian en términos que satisfagan a la oposición (movimiento por
reinterpretación de las consecuencias positivas)?
G2: ¿Puede la oposición convencerlos, mediante algún tipo
de evidencia, de que hay nuevos elementos que, agregados a los ya conocidos, impliquen
una ganancia relevante para el gobierno (movimiento por novedad positiva)?
P1: ¿Puede la oposición convencerlos de que han
interpretado mal los hechos y sus consecuencias, de manera que pueden perder
mucho más de lo que creían (reinterpretación de las consecuencias negativas)?
P2: ¿Puede la oposición convencerlos, mediante algún tipo
de evidencia, de que hay nuevos elementos que, agregados a los ya conocidos,
impliquen una pérdida significativa para el gobierno (movimiento por novedad
negativa)?
En
cuanto a G1 y G2, cuatro sub-preguntas fundamentales que deberíamos hacernos
son ¿cuáles intereses pudiera querer satisfacer el gobierno en una mesa de
negociación? ¿Qué pasa si abren las puertas de un proceso electoral que los
saque del poder? ¿No será que necesitan algún tipo de seguridad o garantías?
¿Qué garantías estaría dispuesta a brindar la oposición? Hasta los momentos, el gobierno ha usado el
diálogo para ganar tiempo (y bastante que ha ganado), pero es difícil percibir
alguna ganancia concreta que puedan obtener de un acuerdo negociado: si aceptan
elecciones, de lo que sea, seguramente perderán, porque tienen un rechazo que
ronda el 80% (o más). Si liberan presos políticos, ¿qué ganan? Más adversarios
en la calle y el reconocimiento de que sus detenciones eran arbitrarias. Si aceptan
la ayuda humanitaria, reconocen que lo han hecho mal y que el país se les ha
ido de las manos. Entonces, ¿puede brindar la oposición alguna garantía que
disimule las pérdidas del gobierno? ¿Cuál sería el límite de tales garantías? Es
conveniente fijarnos en los procesos de negociación y transición a la
democracia que han tenido países vecinos.
En
cuanto a P1 y P2, ¿con quiénes cuenta la oposición para ejercer presión? ¿Qué
tipo de presión? ¿Cuáles serían las consecuencias –en un futuro– para los
actores del gobierno si no negocian de buena fe? ¿Hay consecuencias negativas
específicas para ciertos actores importantes que, de esa manera, puedan ser
influenciados? Dos puntos de
incuestionable importancia para convencer al gobierno de que pueden perder más
de lo que creen serían: (1) que la oposición muestre unidad de acción, acuerdos
intra-institucionales y apoyo total a las decisiones tomadas; (2) que la
oposición se acerque a los aliados tradicionales del gobierno en el plano
internacional (China, Rusia), mostrando que pueden garantizar estabilidad en un
futuro (e hipotético) gobierno.
Una
analogía-advertencia sobre P2. En Matrix,
Neo convenció a las máquinas de aceptar buenos términos (salvar la ciudad de
Sion) mostrando que podía detener un virus informático (el agente Smith) que
amenazaba con destruirlas (movimiento por novedad negativa). Si la oposición
actúa como Neo, ¿puede conseguir un agente Smith? Es decir, ¿hay alguna
situación, independiente de la oposición, que pueda destruir al gobierno y que
la oposición pueda detener si hay un acuerdo negociado? Esta analogía conlleva
también advertir un punto preocupante si la oposición comete algún error o no
se mantiene la unidad: ¿Es posible el surgimiento de un tercer grupo que se
convierte en Neo? En tal caso, ¿la oposición sería vista por el gobierno como
el agente Smith? ¿Quiénes conformarían ese tercer grupo? ¿Qué consecuencias
tendría para Venezuela?
Comentarios
Publicar un comentario