NO TODO AD POPULUM ES FALAZ: ¿CUÁNDO ES RAZONABLE APELAR A LO POPULAR?
Usted
y yo, en algún momento, hemos caído bajo el hechizo de la falacia ad populum y de sus oradores. Pero
también hemos aprovechado la utilidad de los argumentos legítimos de los que se
origina dicha falacia.
La
falacia ad populum, o de apelación a lo popular, tiene lugar, en líneas muy generales y ambiguas, cuando se acepta
cierta opinión sobre la base de que las mayorías también la aceptan, sin tomar
en cuenta criterios objetivos o razones de peso sobre dicha opinión. La
identificación de este tipo de falacias es una de las prácticas más populares
entre los estudiantes que cursan por primera vez alguna materia relacionada con
Teoría de la Argumentación. Y es fácil adivinar por qué es tan carismática: día a
día, el discurso político está empapado de apelaciones a la gente, al pueblo, a
la nación, etc.
Sin
embargo, como casi todo en esta vida, el juego tiene truco, no es tan sencillo identificar
la falacia como parece. Hay que hacer ciertas precisiones para no caer en el síndrome de la falacia (ver falacias en
todas partes): no toda apelación a lo
popular, a las mayorías o al sentimiento de pertenencia a un grupo es falaz.
La falacia ad populum tiene lugar
cuando se abusa de argumentos legítimos que apelan a tales elementos (lo
popular, las mayorías, pertenencia a un grupo). Así que, para entender los
casos erróneos, debemos comenzar estudiando los usos legítimos de argumentos ad populum.
En
primer lugar, distingamos dos grandes grupos de argumentos ad populum. Es posible que haya divisiones más precisas, no pretendo
ser exhaustivos en este punto, pero estos dos tipos de argumentos de los que
hablaré recogen la mayor parte de tales argumentaciones: por una parte, tenemos
los argumentos de apelación a la mayoría; por otra parte, tenemos los argumentos de
apelación a la pertenencia a un grupo. Veamos cuáles son los esquemas y las
preguntas críticas de estos tipos de argumentos.
Argumentos de apelación a la mayoría. En este tipo de argumento ad populum se concluye que algo es verdadero (o falso) o que algo
debe hacerse (o no hacerse), porque, en cierto contexto, la mayoría cree o
actúa de cierta manera. El esquema general del argumento es:
La mayoría de los (integrantes del grupo) X cree que es
verdad A
Por lo tanto, presume que es verdad A
O
La mayoría de los X hace A
Por lo tanto, plausiblemente, debemos hacer A
Las
preguntas críticas que debemos hacernos para evaluar los argumentos de apelación a las
mayorías son:
(1) ¿Es aceptable la premisa? Específicamente:
(1.1) ¿Realmente la mayoría de los (integrantes del grupo) X
cree o hace A?
(1.2) ¿De qué mayoría estamos hablando (todos, 2/3, mitad más
uno)?
(2) ¿Es relevante, en este caso, lo que la mayoría opine?
Específicamente:
(2.1) ¿No habrá algún tipo de criterios objetivos para evaluar
si es verdad A o si debemos hacer A? Si existen esos criterios:
(2.2) ¿La mayoría de X ha formado su opinión tomando en cuenta
esos criterios objetivos? O, por lo menos, (2.3)
¿está la mayoría de X en posición privilegiada de conocer si han tenido lugar
los criterios objetivos de A?
(3) ¿Está bien fundamentada la conclusión? Específicamente:
(3.1) ¿No habrá razones de peso en contra de la opinión de la
mayoría de X?
(3.2) ¿Es suficiente la opinión de la mayoría de X para
convencernos de A? ¿No será preferible (y posible) omitir una opinión por los
momentos?
Por
ejemplo, hay una especie de máxima informal (la ha aplicado Andrew Zimmern en
su programa comidas exóticas) que prescribe
que:
Si no sabes cuál restaurante de carretera es bueno, mira a cuáles asisten los policías o los camioneros.
Nota
que un argumento guiado por la máxima de Zimmern es razonable si no hay
criterios sofisticados sobre la calidad de la comida o el ambiente del
restaurante, no tenemos conocimientos previos sobre la zona (pregunta 3.1) y no
es necesario obtenerlos (pregunta 3.2). Sin embargo, lo interesante es que,
cuando se sigue la máxima, se supone que los grupos de policías o camioneros
tienen en cuenta algunos criterios más o menos objetivos, como que el sitio sea
limpio, el servicio sea bueno y que la comida tenga una calidad y un precio
razonables para una persona normal en el contexto de su cultura (pregunta 2.1).
Además, se supone que los policías y camioneros transitan la zona más que ninguna
otra persona, de manera que ya han probado suerte en todos sus restaurantes y, en consecuencia, tienen una posición privilegiada para conocer cuáles
sitios son buenos (pregunta 2.3).
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...Y si tus amigos se lanzan por un barranco, ¿también te lanzas? |
El
otro tipo de argumentos ad populum legítimo es el argumento de apelación a la
pertenencia a un grupo. En este tipo de argumentos una persona es
persuadida de creer o actuar de cierta manera porque el grupo al que pertenece,
o con el que se identifica, cree o actúa de esa manera.
El
esquema de apelación a la pertenencia a un grupo es el siguiente:
Yo pertenezco (o me identifico, simpatizo) con el grupo X
En el grupo X creen que es verdad A
Por lo tanto, es verdad A
O
Yo pertenezco (o me identifico, simpatizo) con el grupo X
En el grupo X hacen A
Por lo tanto, yo haré A
Las
preguntas críticas son:
(1) ¿Es aceptable afirmar que en el grupo X creen o hacen A?
Y, si es así:
(1.1) ¿Todos (la mayoría, los líderes) los del grupo creen o
hacen A?
(2) ¿Es relevante, en este caso, la opinión o acciones del
grupo X? Específicamente:
(2.1) ¿No habrá algún tipo de criterios objetivos para evaluar
si es verdad A o si debemos hacer A? Y, si existen esos criterios:
(2.2) ¿El grupo X ha formado su opinión tomando en cuenta esos
criterios objetivos? O, por lo menos, (2.3)
¿el grupo X está en posición privilegiada de conocer si han tenido lugar los
criterios objetivos de A?
(3) ¿Está bien fundamentada la conclusión? Específicamente:
(3.1) ¿No habrá razones de peso en contra de la opinión del
grupo X?
(3.2) ¿Es suficiente la opinión del grupo X para convencerte
de A? ¿No será preferible (y posible) omitir una opinión por los momentos?
Aunque
pareciera que guiarse por la opinión del grupo al que se pertenece es siempre
falaz, en principio, no tiene nada de malo o irrazonable. La imitación de las
acciones culturales y tradicionales ha sido fundamental para la supervivencia
humana: hagamos lo que hacen nuestros pares, creamos lo que creían nuestros
ancestros. Pese al sesgo actual a favor de la innovación, es posible que una
mezcla de mucha imitación y algo de innovación sea una práctica más beneficiosa
en comunidades primitivas (mira este genial artículo sobre el tema).
Por
supuesto, cuando hay nuevos criterios y razones para creer o hacer algo, tomar
en cuenta solamente lo que hace el grupo al que perteneces es falaz (ya lo
veremos en la próxima entrada): esa frase tan popular entre padres «y si tus
amigos se lanzan por un barranco, ¿también te lanzas?», apunta, justamente a la
existencia de criterios objetivos que no fueron tomados en cuenta por el hijo
cuando se dejó llevar por lo que hacía su grupo de amigos. Pero si
no existen esos criterios o razones, y no puedes suspender el juicio, es
racional seguir la «sabiduría» del grupo al que perteneces, mientras nada diga
lo contario.
Resumiendo,
los argumentos ad populum no son
siempre falaces. Son argumentos razonables (entre otros casos) cuando lo que
debe decidirse o aceptarse no tiene criterios definidos o el argumentante no
los conoce ni puede deducirlos, buscarlos o inventarlos (bajo algún procedimiento
racional). Desde este punto de vista, los argumentos ad populum son estrategias heurísticas que, aunque de resultados
débiles, son útiles en muchas situaciones de incertidumbre. Sin embargo, como
con la mayor parte de los argumentos de conclusiones presuntivas (o
derrotables), el abuso y la exageración de sus conclusiones puede conducir a
resultados falaces. En la próxima entrada estudiaremos un interesante caso.
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