DECISIONES, COSTOS PASADOS Y RACIONALIDAD
La he visto tanto que ahora quiero saber qué les ocurrirá |
Argumentar
que debemos seguir gastando en (o para) algo porque ya hemos gastado demasiado
en eso constituye, en los casos básicos, la falacia del costo hundido. Como dijimos en un artículo anterior (aquí), es falaz porque
los gastos pasados no hacen más aceptable la decisión de seguir gastando en el
futuro. En otras palabras, la premisa del argumento es irrelevante. Si las personas se
ven persuadidas a tomar en cuenta los gastos pasados en sus decisiones es, normalmente,
porque se sienten comprometidas por el esfuerzo sufrido. Pero, ¿será siempre
falaz tomar en cuenta los gastos pasados al decidir qué hacer? En esta entrada
plantearé cuatro casos en los que se puede discutir si tomar en cuenta los
costos pasados es falaz.
1
Comencemos
con el ejemplo con el que terminamos el anterior artículo sobre el costo
hundido:
María compra una máquina de ejercicios que cuesta 2.000 dólares. Ella en realidad no quisiera pagar tanto por una máquina. Pero razona que si hace el gasto, entonces eso la obligará a hacer ejercicio, algo que cree que sería bueno para su estado de salud.
Creo
que la mayoría de nosotros alguna vez hemos razonado como María. Muchos autores
consideran que no es falaz ese razonamiento. Aunque cuando María decide pagar
no está tomando en cuenta los gastos pasados, sí piensa que en el futuro tomará
en cuenta esos gastos (que son los 2.000 dólares que decide gastar en la
actualidad). Entonces, ¿se puede decir que es nuestro primer caso no falaz de
argumento del costo hundido?
Considero que no es así, veamos por qué.
Considero que no es así, veamos por qué.
La
reflexión que lleva a cabo María es autoepistémica: es una reflexión sobre su
propio pensamiento, se trata sobre lo que ella piensa que pensará. Esa
reflexión autoepistémica no es falaz. María está trazando una estrategia que
sabe, porque se conoce a sí misma, que
en un futuro la persuadirá. Pero eso no quiere decir que cuando, en el futuro,
se persuada por el costo pasado no esté cayendo en la falacia del costo
hundido.
La situación es análoga a la siguiente: como sé que le tengo fobia a los tomates cherry y necesito adelgazar cinco kilos, le pido a un familiar que llene mi nevera de dichos tomatitos para que, en el futuro, cuando piense abrir la nevera para comer algo recuerde los tomates cherry, entre en pánico y me aleje de la tentación. En este caso, la estrategia que he trazado es racional, pero mi reacción ante los tomates cherry y mi decisión de evitar la nevera en el futuro es irracional, producto de una fobia. Volviendo al ejemplo de María, llegado el momento en el que tenga que decidir si es preferible usar la máquina de ejercicios, si su decisión se basa simplemente en todo lo que gastó en la máquina, estará cayendo en la falacia del costo hundido, tal como pensó que sucedería la María del pasado.
La situación es análoga a la siguiente: como sé que le tengo fobia a los tomates cherry y necesito adelgazar cinco kilos, le pido a un familiar que llene mi nevera de dichos tomatitos para que, en el futuro, cuando piense abrir la nevera para comer algo recuerde los tomates cherry, entre en pánico y me aleje de la tentación. En este caso, la estrategia que he trazado es racional, pero mi reacción ante los tomates cherry y mi decisión de evitar la nevera en el futuro es irracional, producto de una fobia. Volviendo al ejemplo de María, llegado el momento en el que tenga que decidir si es preferible usar la máquina de ejercicios, si su decisión se basa simplemente en todo lo que gastó en la máquina, estará cayendo en la falacia del costo hundido, tal como pensó que sucedería la María del pasado.
2
Hay
casos en los que el gasto pasado incide
en el conocimiento de nuestros objetivos futuros. En tales casos, la
decisión sobre los gastos futuros con el fin de alcanzar cierto objetivo
depende de los gastos pasados. Pongamos un ejemplo de juguete: imagina que un
robot está en el extremo de un túnel absolutamente oscuro que tiene diez metros
de largo. Imaginemos que el robot tiene como objetivo salir del túnel. En el
otro extremo del túnel hay una salida. A lo largo del túnel hay conexiones con
otros túneles, solo algunos tienen salida. Mira el gráfico.
Supongamos
que el robot sabe la longitud del túnel en el que se encuentra pero no puede
ver la salida. El robot comienza a transitar dicho túnel. Después de cierto
tiempo, t1, el robot se detiene para decidir si debe seguir gastando energía en
transitar por el mismo túnel o es preferible tomar un túnel alternativo. Para
decidir esto el robot debe determinar qué tan lejos está la salida del túnel
donde se encuentra, pero como no puede ver nada, recurre al gasto pasado: dado
que ha gastado una cantidad de energía G1 en el tiempo t1, puede determinar que
tendrá que gastar una cantidad de energía G2 en el futuro con el fin de salir del túnel.
Su argumento puede esquematizarse de la siguiente manera:
Premisa
1.1: he tenido el gasto G1 en
el pasado
Premisa 1: por tanto, me falta gastar G2 en el futuro
Conclusión: por tanto, decido (no) gastar G2 para conseguir X
La
premisa 1.1 conduce a la premisa 1, y esta última conduce a la conclusión. Como
notarás del esquema, no estamos ante el caso básico de argumento (falaz) del
costo hundido. Sin embargo, como el conocimiento sobre lo que falta por gastar
depende de los recursos ya gastados, la
decisión depende de los costos pasados.
3
En
algunos casos el gasto pasado incide
directamente en las metas futuras. El ejemplo más sencillo es el de los
trabajadores que reciben un bono de retiro cuyo total depende del tiempo o el
trabajo realizado. En ese caso, un trabajador que se plantee renunciar a la
empresa o seguir sacrificando su tiempo y energía en ella debería tomar en
cuenta los gastos pasados para determinar cuáles serán sus ganancias futuras.
Aquí no es lo mismo partir de cero en el momento actual que tomar en cuenta los
gastos pasados.
Otro
ejemplo en este mismo sentido, pero con resultados más difíciles de cuantificar,
es el de un guerrero que sabe que mientras más tiempo y energía gaste en una
guerra, mayor será la recompensa que le dará su comunidad cuando dicha guerra culmine. El
guerrero pudiera decir, racionalmente, que ha gastado demasiado tiempo y
recursos como para renunciar ahora. Por supuesto, en este caso el argumento
deja implícito un paso que evidencia que tampoco estamos ante el caso clásico de falacia
del costo hundido:
Premisa
1.1: he tenido el gasto G1 en
el pasado
Premisa 1: por tanto, en el futuro obtendré X en proporción con G1
Conclusión: por tanto, decido gastar G2 para conseguir X
4
A
veces hay razones no utilitarias (maximizar
ganancias o minimizar pérdidas) que se
acumulan con el paso del tiempo y el gasto de recursos. Los productores de
series de televisión lo saben muy bien: comienzas a ver regularmente una serie,
con el paso del tiempo te identificas con sus personajes y deseas saber qué les
sucederá al final. De manera que cuando la serie comienza a decaer, y te
planteas si continuar viéndola, una de las razones que tomas en cuenta es que le has dedicado tanto tiempo que quieres saber qué sucederá con tus
personajes favoritos, aunque la serie ya no te emocione como antes.
Nota
que en este caso no es que el tiempo transcurrido y los gastos pasados hagan
surgir un sentimiento de compromiso. En el caso de María, en el primer ejemplo
que pusimos en esta entrada, se puede decir que el gasto que hizo al comprar la
máquina de ejercicios ha hecho surgir en ella un compromiso en hacer ejercicio.
Pero eso no quiere decir que dicho compromiso sea racional, pues si los gastos
pasados son irrelevantes en ese caso, entonces, sentirse comprometido por tales
gastos es parte de la falacia. En cambio, cuando surge la necesidad o el deseo
de saber qué les pasará a tus personajes favoritos, lo que ha nacido es una nueva razón o un nuevo objetivo
independiente para seguir viendo la serie. Viéndolo bien, en este caso el
gasto en tiempo y recursos es la causa de
nuestra curiosidad por saber qué pasará con los personajes. Esto es importante,
porque, a diferencia de los argumentos de costo hundido, la premisa es la
curiosidad que tenemos, no, el gasto que hemos hecho. Si lo esquematizamos
será mucho más evidente la diferencia:
Premisa 1: deseo saber qué pasará o cómo se desarrollará X
Conclusión: por tanto, decido gastar
G2 para culminar X
La
premisa 1 tiene como causa el gasto G1 en el pasado (así como puede tener otras
causas), pero ese gasto no es incluido como parte de las razones para llegar a
la conclusión. Este tipo de razonamiento está presente en muchos
inversionistas, especialmente en aquellos proyectos cuyos resultados son
difíciles de cuantificar o son parcialmente incuantificables. El ejemplo que ronda mi cabeza en este momento es el del telescopio espacial James Webb, un
telescopio casi tres veces más grande que el Hubble y que promete revolucionar
nuestra comprensión del Universo. Se ha criticado el gasto cada
vez mayor que ha tenido el desarrollo de dicho telescopio: al principio, se
había calculado que costaría 1.600 millones de dólares y se estimaba lanzarlo
en 2011; actualmente está proyectado lanzarlo en 2018, y su presupuesto ha
alcanzado 8.800 millones de dólares. Aunque seguramente muchos involucrados
caerán en la falacia clásica del costo hundido, también muchos expresarán su
deseo por ver qué será del James Webb cuando entre en funcionamiento; muy probablemente,
parte de las causas por las que estos últimos tienen ese deseo es por el tiempo
y recursos puestos en dicha empresa.
Modelo a escala real del James Webb |
Esos deseos de ver una empresa
terminada, como si fuera un hijo por el que nos sacrificamos, serán aceptables
como razones dependiendo de variables del contexto, como la plausibilidad de
las expectativas o si hay otras razones para no seguir la empresa en cuestión;
pero es preferible diferenciar –hasta donde se pueda– tal razonamiento de los
casos de costo hundido. Digo «hasta donde se pueda» porque si comienzas a
indagar en este tipo de ejemplos, te darás cuenta de que a veces la línea es
muy delgada.
En resumen, he planteado
algunos casos en los que el costo pasado sí puede ser tomado en cuenta en el
razonamiento. Específicamente, hablamos de los casos 2 y 3. Ambos tienen en
común que el costo pasado tiene un efecto en los objetivos futuros. En cambio, en el caso 1 es racional el cálculo autoepistémico, pero ese cálculo va
dirigido a diseñar una estrategia para que caigamos, nosotros mismos, en la
falacia del costo hundido en un momento posterior. Por último, en el caso 4 el
costo pasado es la causa de nuevas razones: el deseo de ver qué sucederá con
cierta empresa cuando sea culminada. La racionalidad de ese deseo y su
aceptabilidad como razón para nuestras decisiones dependen del contexto, pero,
en principio, no es una instancia de la falacia del costo hundido. Sin embargo,
en los casos en los que se mezclan intereses utilitarios y no utilitarios puede
difuminarse la línea entre la falacia del costo hundido y los deseos de ver
culminada la empresa.
No pretendo que los ejemplos
que he puesto, ni mi análisis, sean las últimas palabras al respecto. Te animo
a que brindes otros ejemplos de la falacia o de casos que no lo son, así como
tu propia reflexión. De la discusión aprenderemos todos.