FALACIA DEL COSTO HUNDIDO: LA FALACIA DEL INVERSIONISTA
Resumen:
la falacia del costo hundido, también llamada falacia del costo irrecuperable o
falacia del Concorde, tiene lugar, en el caso básico, cuando se decide
continuar gastando en algo porque ya se ha gastado mucho en ello. Es una falacia de irrelevancia: la premisa (los costos pasados) no hace más aceptable la conclusión (la decisión).
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Hay
una película llamada Gerry (dirigida
por Gus Van Sant)
en la que dos amigos (interpretados por Matt Damon y Casey Affleck), ambos de
nombre Gerry, por descuido se internan en el desierto… y se pierden. Una de las
escenas los muestra caminando desde y hacia la inmensidad del desierto, sin
rastros de civilización, ni de la que dejaron ni de la que esperan encontrar.
Imagínate en esa situación. Imagina que eres uno de los Gerry (digamos, Gerry
A). Supongamos que luego de horas o días caminando en la misma dirección, con
todas tus reservas de energía agotadas, le sugieres a Gerry B cambiar de
dirección. Y Gerry B te responde «Gerry A, ya hemos gastado mucho esfuerzo y
tiempo siguiendo por esta dirección, así que debemos continuar por ella». ¿Te
parecería razonable el argumento de Gerry B?
El
argumento de Gerry B es un tipo de falacia llamada la falacia de costo hundido o de costos irrecuperables. En la
falacia de costo hundido (sunken cost
fallacy, en inglés) el argumentante
concluye que debe seguir realizando una acción A solo porque ya ha gastado
muchos recursos (tiempo, dinero, energía, etc.) llevando a cabo dicha acción.
En el caso básico, el esquema de la falacia puede reconstruirse de la siguiente
manera:
Premisa: hemos gastado muchos recursos llevando a cabo la acción
A
Conclusión: debemos (es
preferible) seguir realizando la acción A
El
argumento que brinda Gerry B en nuestro ejemplo es una instancia de la falacia:
Premisa: hemos gastado tiempo y energía caminando en esta
dirección
Conclusión:
debemos (es preferible) seguir
caminando en esta dirección
La
falacia del costo hundido es muy común en las negociaciones e inversiones, y de
allí le viene el otro nombre por el que es conocida: falacia del Concorde. Al parecer, el proyecto del avión supersónico
se mantuvo, en gran medida, porque Inglaterra y Francia habían gastado tanto
dinero para sacarlo adelante que ninguno quería retroceder y aceptar que había
sido un error. Y ese caso no es una excepción, los ejemplos abundan:
¿cuántos clubes deportivos siguen extendiéndole el contrato a un jugador porque
ya han pagado una gran cantidad de dinero? ¿Cuántas personas no se sienten comprometidas con algo solo porque han gastado mucho para sacarlo adelante?
Para entender cuál es el error de la falacia del costo hundido construiré un pequeño modelo, no sin antes advertir que esta es una manera de verla, no la única posible. El siguiente gráfico está dividido en pasado (t1), futuro (t2 y t3) y presente. En un momento o en un lapso de tiempo pasado el sujeto x ha realizado un gasto (G1) con el objetivo de que en un momento o lapso futuro (t3) conseguirá algún objetivo (obj). Luego, en el momento presente, al sujeto se le presentan dos posibilidades: (1) continuar gastando recursos (G2) en el futuro (momento o lapso t2) para conseguir el objetivo inicial o (2) detener el gasto en t2 y tomar una vía alternativa en el que no se obtendrá el objetivo inicial.
Pongamos
un ejemplo. Imagina que el día 1 le das 90 dólares a María, quien te promete
devolvértelos el día 10. En el modelo, supongamos que estamos en el día 5, y
que ese día María te pide 10 dólares más, que también promete devolverlos el
día 10 (es decir, el día 10 te devolverá 100 dólares, los 90 previos más los 10
que te está pidiendo). En ese momento tienes dos alternativas, prestarle los 10
dólares o no seguir prestándole. Supongamos que estás seguro de que si no le
prestas los 10 dólares extra, entonces no te pagará los 90 que te debía.
Nota
que si tomas en cuenta los costos pasados (90 dólares), entonces (1) si gastas otros 10 dólares, María cumple su palabra y te devuelve los 100 dólares, se puede decir que has
recuperado tu dinero. Desde ese punto de vista, tus costos no son irrecuperables. Como no has ganado nada, el resultado de ganancias es 0. En
cambio, (2) si decides no
prestarle los 10 dólares a María, solo tendrás pérdidas (-90 dólares). El
modelo es el siguiente:
Por
su parte, si no tomas en cuenta los costos pasados (los 90 dólares), (1) decides darle a María los 10
dólares y te devuelve 100 dólares, tus ganancias (contadas desde el momento
actual, día 5) serán de 90 dólares (100 que te devolverá menos los diez dólares
que le diste). Pero (2) si no
le prestas los 10 dólares, no tendrás ni ganancias ni pérdidas (sin contar los
90 dólares previamente gastados). Mira el modelo:
¿Te
das cuenta de un detalle importante? En ambos casos la decisión utilitaria (es
decir, la que maximiza las ganancias –o minimiza las pérdidas–) es la misma: es
preferible prestarle los 10 dólares a María. Pero lo más importante es que en
ambos casos la diferencia proporcional entre los escenarios es idéntica: entre
continuar gastando y dejar de hacerlo hay 90 dólares de diferencia, siempre a favor de
la primera opción. Y este no es un caso aislado; siempre que se tomen en cuenta los resultados cuantificables de los escenarios alternativos verás el mismo fenómeno. Esto implica que es
irrelevante tomar en cuenta los
costos pasados para decidir sobre los gastos o inversiones futuras. En
otras palabras, la premisa «hemos gastado muchos recursos llevando a cabo la
acción A» es irrelevante para concluir que debemos (o que es preferible) seguir
realizando la acción A. Pero esa premisa también es irrelevante para apoyar la
conclusión contraria: que debemos dejar de realizar la acción A. Es interesante
que aunque la falacia que estamos analizando es llamada de costo hundido o
irrecuperable, en realidad lo esencial no es si los costos son recuperables o
no. Estrictamente hablando, en el caso de María los costos son recuperables
(ella promete devolverte todo lo que le has dado). Lo esencial en la falacia es que los costos sean pasados.
Volviendo
al caso de Gerry, le podemos replicar a Gerry b que es irrelevante el gasto de
energía que ha tenido para decidir cuál dirección debe tomar. Por muy
comprometido que se sienta con el camino actual, debería tomar en cuenta tanto los
posibles resultados de seguir por ese mismo camino como los resultados de tomar
alguna dirección alternativa. Claro, apenas nos pongamos a pensar nos daremos
cuenta de que el caso de Gerry es extremo, porque los resultados de una u otra
dirección son absolutamente desconocidos. En este caso es lo mismo (desde el
punto de vista utilitario) seguir por uno u otro camino, pero, justamente por
eso, es irrelevante el esfuerzo pasado para decidir qué hacer.
Ahora
bien, ¿es siempre erróneo este razonamiento? ¿Es siempre tan simple?
¿Puede extenderse a todos los casos en los que no sean cuantificable los gastos o las ganancias? En realidad, cuando se revisa la
bibliografía las cosas se hacen más complejas. Imagina este ejemplo (de Douglas Walton):
María compra una máquina de ejercicios que cuesta 2.000 dólares. Aunque ella no quisiera pagar tanto por una máquina, razona que si hace el gasto, entonces eso la obligará a hacer ejercicio, algo que cree que sería bueno para su estado de salud.
¿No
has estado en una situación similar a la de María? ¿Es irracional en cualquier
caso? En el próximo artículo de reflexión bosquejaremos una respuesta.
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