GUÍA DE ARGUMENTOS - LA FALACIA DEL ESPANTAPÁJAROS
La falacia
del espantapájaros o del hombre de
paja es una falacia muy famosa en nuestros días. Cada cierto tiempo alguien
señala que éste o aquél la han cometido. Y, es verdad, es famosa porque es
frecuente. Basta escuchar ciertos debates para notar cómo los contendientes
tergiversan los argumentos rivales para luego destruirlos. De allí el nombre: se hace del argumento rival un
espantapájaros y luego se destruye más fácilmente. En esta entrada
intentaré contestar tres preguntas: en qué consiste la falacia, por qué se
considera falaz y cómo puede cometerse.
En
qué consiste la falacia del espantapájaros
Me parece que una definición de partida bastante
clara la dan Johnson y Blair (la tomo de la cita de Walton,
1996: p.116) –la traducción es mía–:
Cuando tergiversas la posición de tu oponente, atribuyes a esa persona un punto de vista con una configuración implausible que puedes demoler fácilmente, y luego procedes a argumentar en contra de dicha versión como si fuera la de tu oponente.
Los puntos clave son (1) se distorsiona o
malinterpreta la posición de la otra parte, (2) esa mala interpretación es
fácilmente objetable y, (3) de hecho, el que comete la falacia pretende haber
objetado exitosamente el argumento original del oponente.
Aunque en líneas generales estoy de acuerdo con esa
definición, creo que hay dos puntos que pueden generalizarse un poco más. En
primer lugar, se puede tergiversar un argumento para rechazarlo o evaluarlo
negativamente, no necesariamente para objetarlo mediante otro argumento. Y, en
segundo lugar, muchas veces, quien tergiversa un argumento no es un
contra-argumentante en el sentido estricto de la palabra, sino un analista de los argumentos. El analista puro tiene un rol pasivo: se
atiene a lo que las partes han dicho en la discusión y evalúa sus
correspondientes argumentos, sin atacarlos con nuevos contra-argumentos.
Tomando en cuenta esos dos puntos, mi generalización de la falacia del
espantapájaros sería la siguiente:
La falacia del espantapájaros se comete cuando:
(1) Se malinterpreta la posición
de la otra parte;
(2) esa interpretación hace que
el argumento sea fácilmente objetable o evaluable de manera negativa, y
(3) quien malinterpreta pretende
que el argumento debe ser evaluado negativamente, sea porque ha sido objetado o
sea porque, sin ser directamente objetado, su conclusión es muy débil o sus
premisas son inaceptables o irrelevantes.
¿Por qué es falaz distorsionar
el argumento del oponente?
En la entrada anterior
señalaba que el principio de caridad en la argumentación tiene como contexto
natural las discusiones argumentativas:
discusiones en las que las partes pretenden resolver un conflicto o diferencia
de opinión mediante los mejores argumentos posibles. Es decir, en las
discusiones en las que aplica el principio caritativo los interlocutores, más que ganar, buscan cooperar para resolver las
diferencias de opinión.
Pues bien, cuando se comete la falacia del espantapájaros se viola el principio de caridad y, con
ello, se pone en peligro la resolución
de la discusión argumentativa: al distorsionar el argumento del
oponente es posible que se esté tergiversando el mejor argumento o que se
impida continuar una línea de argumentos que eventualmente hubiera conducido a
esos mejores.
Como decía en esa otra entrada, si se supone que en las discusiones argumentativas
se busca la verdad, la justicia, lo preferible o el deber ser, entonces el
análisis tiene que poner el énfasis en los argumentos de alta calidad. Las partes están obligadas a buscar los
mejores argumentos posibles. Al tergiversar los argumentos rivales para
hacerlos más débiles no se cumple con dicha obligación.
Cómo
puede cometerse la falacia
Como hemos visto en otra entrada,
los argumentos pueden ser atacados o evaluados negativamente de tres formas
básicas: (1) por la aceptabilidad de
alguna de sus premisas; (2) por la
relevancia de esas premisas, o (3)
por la fundamentación de la conclusión. Quien comete la falacia del
espantapájaros puede tergiversar el argumento haciéndolo débil en alguno de
esos tres puntos. Veamos un ejemplo de cada uno de estos casos.
En la película Inteligencia
Artificial, cuando el creador del niño robot que puede amar presenta su
idea, una de sus investigadoras señala algo como lo siguiente:
En estos momentos, en los que hay tanta animadversión contra los robots, e incluso grupos anti-robots, más que la viabilidad de un robot que sea capaz de amar a los humanos, me preocupa si los humanos serán capaces de amar a ese robot. ¿Deberíamos construir un robot así?
Imaginemos varios escenarios en los que se cae en la falacia del
espantapájaros al intentar replicar dicho argumento.
(1) Aceptabilidad
Supongamos que alguien de la sala replica el argumento de la investigadora
de la siguiente manera:
Bueno, no es verdad que todos los humanos se sientan insatisfechos con los robots. Según la última encuesta, el 40% dice necesitar sus robots en la vida cotidiana.
En este caso se tergiversa el argumento de la investigadora interpretando
que lo que quiso decir es que todos los humanos están insatisfechos con los
robots –algo que luego se rebate con una encuesta–, cuando ella en realidad se
refería a grandes mayorías que sienten animadversión hacia los robots, lo que
impediría, en general, sentir amor –y responsabilizarse– por tal tecnología. Esta tergiversación puede verse también como una instancia de la falacia secundum quid, pero eso lo veremos en otra entrada.
(2.1) Relevancia
Ahora imagina que, ante el mismo argumento de la investigadora, alguien le
señala:
El hecho de que unos grupitos de desquiciados estén clamando por la destrucción de los robots no es importante para determinar si debemos o no construir un robot que ama.
Nota que el argumento de la investigadora no se centra en los grupitos que
claman por destruir todo tipo de robot, sino en una animadversión más
generalizada de los humanos hacia tal tecnología. La réplica, al interpretar de
manera tan limitada y extrema la premisa de la que parte la investigadora, le resta varios puntos de relevancia con respecto a la conclusión moral sobre si debe
construirse un robot que ama.
(2.2) De hecho, también puede tergiversarse la conclusión para
que la premisa real deje de ser relevante. Por ejemplo, si el intérprete
señala:
Se equivoca, doctora, la posibilidad de crear una obra técnicamente tan impresionante no depende de la capacidad de amor que puedan recibir de los humanos, eso es irrelevante.
Evidentemente, el analista está tergiversando la conclusión a la que quiere
llegar la investigadora. El problema para ella no es técnico, sino moral. El
intérprete distorsiona la conclusión (poner en tela de juicio si se debe
construir tal robot) para hacerla parecer meramente técnica. Por supuesto,
desde el punto de vista técnico es irrelevante el aspecto moral, pero ese no
era el punto en discusión.
(3) Fundamentación de la
conclusión
Imagina que en el ejemplo anterior el contra-argumentante tergiversa la
conclusión a la que quiere llegar la investigadora y replica:
Bueno, señora, déjeme decirle que confío en la capacidad técnica de esta fábrica. Tenemos a los mejores especialistas. Así que no es verdad, como usted deja entrever con su oposición a este proyecto, que no podremos crear ese robot que ama.
El contra-argumentante distorsiona la conclusión a la que quiere llegar la
investigadora. En vez de poner sobre la mesa el deber moral de construir el
robot, según el contra-argumentante, la investigadora se refiere a la capacidad
técnica para construirlo. Luego, el contra-argumentante ataca la conclusión
tergiversada mostrando que tienen los mejores especialistas.
¿Qué se puede hacer si tergiversan tu argumento?
Lo primero es partir de la buena fe del rival (aunque eso dependerá del
grado de tergiversación y las referencias que trae el rival). En ese caso, lo
primero sería aclarar el argumento propio. Por ejemplo, la
investigadora puede señalar:
Déjeme aclarar mi punto. ¿Estaría usted de acuerdo en que se puede distinguir entre las capacidades técnicas y lo que moralmente se debe hacer? (Supongamos que la respuesta es sí). Pues bien, mi punto de vista es que, más allá de las capacidades técnicas, es posible que moralmente no debamos construir un robot capaz de amar. La razón por la que cuestiono moralmente esa acción es que considero que la mayoría de los seres humanos no serían recíprocos con el robot, no serían capaces de amarlo, de allí que, plausiblemente, no asumirían responsabilidades morales hacia el robot.
Si después de una o varias aclaratorias tu oponente sigue empeñado en
tergiversar tu argumento, entonces tal vez sea mejor pasar a otras instancias,
denunciar la falacia o dejar hasta ahí la discusión. Si tienes un auditorio al
que quieres convencer –aparte de tu oponente–, las sucesivas aclaratorias
pueden servir para hacer mucho más familiar tu punto de vista ante éste (lo que ayuda en la persuasión), y la
confiabilidad de tu oponente puede verse afectada si se ha mantenido neciamente
en su tergiversación y así lo ha entendido dicho auditorio.
Bibliografía
Walton, D. (1996). The straw man fallacy. Logic and Argumentation.
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