CÓMO EVALUAR ARGUMENTACIONES PARALELAS


A estas alturas ya sabemos que hay (al menos) dos tipos generales de argumentos paralelos: argumentos coordinados y argumentos múltiples. Si aún no lo sabes, lee esta entrada. Ahora, si te encuentras con una estructura de ese tipo, ¿cómo la evalúas?, ¿cómo sabes si el argumento paralelo es fuerte? En esta entrada veremos una forma de analizar argumentos paralelos.

Saber el tipo de paralelo es un primer paso para evaluarlo

Recuerda que en la entrada anterior vimos dos efectos que pueden tener lugar ante un argumento: la sustracción de premisa y la adición de una premisa negativa.

(1) La sustracción de premisa sucede cuando un argumento paralelo pierde una premisa.

(2) La adición de premisa negativa sucede cuando a un argumento paralelo debemos sumarle la negación de una de sus premisas.

Pues bien, cuando te encuentres o construyas un argumento paralelo, puedes determinar si es coordinado o múltiple preguntándote:

¿Si suprimo esta premisa (una premisa determinada del argumento paralelo), se mantiene el argumento o, por el contrario, la conclusión se cae?

Cuando la respuesta para cada una de las premisas es que la conclusión aún se mantiene, entonces el argumento es múltiple o coordinado fuerte. Si la respuesta es negativa para alguna de las premisas, el argumento es coordinado débil.

Para discernir entre argumentos múltiples y coordinados fuertes, pregúntate:
    
¿Si cambio esta premisa (una premisa determinada del argumento paralelo) por su negación, se mantiene el argumento o, por el contrario, la conclusión se cae?

Si la conclusión puede mantenerse para cada premisa, entonces el argumento es múltiple. Si la respuesta es que la conclusión no se mantiene, el argumento es coordinado fuerte (o mixto, pero este tipo de paralelos no lo trataremos en esta entrada).

Tomemos uno de los ejemplos que dimos en la entrada anterior:

Debemos votar por José, porque José es inteligente y, además, se ha rodeado de un buen grupo de trabajo.

(1.1) ¿Si suprimo la primera premisa, se mantiene el argumento o, por el contrario, la conclusión se cae?

Es decir, si dejo el argumento así: «debemos votar por José, porque José se ha rodeado de un buen grupo de trabajo», ¿se mantiene el argumento? Todo indica que sí, aunque pueda estar algo debilitado.

(1.2) ¿Si suprimo la segunda premisa, se mantiene el argumento o, por el contrario, la conclusión se cae?

Es decir, si dejo el argumento así: «debemos votar por José, porque José es inteligente», ¿se mantiene el argumento? Nuevamente, aunque pueda estar algo debilitado, en principio se mantiene la conclusión.

Ya sabemos que el argumento es coordinado fuerte o múltiple.

(2.1) Ahora, ¿si cambiáramos la primera premisa por su negación, se mantendría la conclusión?

En tal caso, el argumento quedaría así: «debemos votar por José, pues, aunque José no es inteligente, se ha rodeado de un buen grupo de trabajo». ¿Se mantiene el argumento? Aunque dependerá del contexto, un gobernante que tenga un buen grupo de trabajo, pero que no sea lo suficientemente inteligente para gobernar, probablemente no tomará buenas decisiones. Así que la respuesta es negativa: el argumento no se mantiene.

(2.2) ¿Si cambiáramos la segunda premisa por su negación, se mantendría la conclusión?

En ese caso, el argumento quedaría así: «debemos votar por José, porque José es inteligente, aunque no se ha rodeado de un buen grupo de trabajo». Nuevamente, el argumento no se mantiene: alguien que sea inteligente pero que esté rodeado de un grupo de trabajo mediocre probablemente gobernará mal.

Entonces, en este caso hemos determinado que el argumento paralelo es coordinado fuerte.

Aceptabilidad de las premisas

Al determinar el tipo de argumento paralelo ya tienes gran parte del trabajo hecho. Ya verás por qué.

Recuerda que una forma de evaluar argumentos es mediante el método ARG (si no lo sabes, lee esta entrada): aceptabilidad y relevancia de las premisas, fuerza o fundamentación de la conclusión. En lo siguiente nos centraremos en la aceptabilidad de las premisas y la fuerza o fundamentación de la conclusión. Cada una de esas características evaluativas tiene un efecto en los argumentos paralelos. Comencemos por la aceptabilidad.

Una premisa es inaceptable si es falsa o si ha sido cuestionada en la discusión (aunque no sepamos a ciencia cierta si es falsa).

Cuando una premisa es falsa su negación es verdadera. Por ejemplo, si es falso que la Tierra es plana, entonces, necesariamente, «la Tierra no es plana» es verdadero. Si «ayer no fui al parque» es falso, quiere decir que «ayer fui al parque» es verdadero. ¿Claro, verdad?

Si resulta que una premisa es falsa, entonces cámbiala por su negación en el argumento del que forma parte.

En otras palabras, si tienes un argumento paralelo y resulta que una de sus premisas es falsa, debes añadir la premisa negativa: elimina la premisa falsa y añade su negación.

- Si el argumento es múltiple, aún podrás mantener la conclusión (estará justificada), aunque probablemente más débil.

Pongamos por ejemplo el argumento:

Nuestro sistema postal no es perfecto, porque las cartas no llegan a tiempo y llegan en mal estado.

Supongamos que descubrimos que es falso que las cartas lleguen en mal estado (es decir, llegan en buen estado). Podemos modificar el argumento de la siguiente manera:

Nuestro sistema postal no es perfecto, porque las cartas no llegan a tiempo aunque llegan en buen estado.

Es evidente que la conclusión todavía se mantiene: el sistema postal no es perfecto.

- Si el argumento es coordinado (de cualquier tipo), automáticamente podrás evaluarlo como un mal argumento (la conclusión no se mantendrá).

Por ejemplo, si resulta que al leer los antecedentes del equipo de trabajo de José nos damos cuenta de que son mediocres y corruptos, sabemos que el argumento: «debemos votar por José, porque José es inteligente, aunque no se ha rodeado de un buen grupo de trabajo» no se mantiene: no está bien sustentado el que debamos votar por José.

Si no sabemos si la premisa es falsa, pero está cuestionada, entonces suprímela del argumento del que forma parte.

En otras palabras, las premisas cuestionadas (pero de las que no sabemos si son falsas) pueden ser eliminadas de los argumentos de los que forman parte.

- De manera que si tu argumento es coordinado débil, ya sabes que al determinar que una de sus premisas está cuestionada, el argumento se va a caer.

Por ejemplo, en el argumento coordinado débil:

María actuó en legítima defensa, porque (a) estaba ante un peligro inminente y (b) el medio que usó para defenderse era proporcional al peligro

El hecho de que una de las premisas esté cuestionada (supongamos que no se probó que María estaba ante un peligro inminente) implica que no se puede mantener la conclusión.

- Si el argumento es coordinado fuerte o múltiple, entonces aún se mantendrá la conclusión (aunque, tal vez, debilitada).

Por ejemplo, supongamos que una de las premisas está cuestionada en el argumento «el sistema postal es perfecto, porque las cartas llegan a tiempo y en buen estado». Al suprimir esa premisa el argumento remanente será mucho más débil, pero –en principio– se mantiene la conclusión.

Fuerza o fundamentación de la conclusión

Los dos puntos más importantes que debes tener en cuenta al evaluar la conclusión de un argumento paralelo son (1) cuál es el peso del argumento remanente y (2) si existen argumentos en contra.

(1) El peso del argumento remanente

La fundamentación o fuerza con la que las premisas justifican una conclusión en un argumento paralelo debe determinarse después de identificar si hay premisas inaceptables. Es decir, debes llevar a cabo el primer paso: suprimir las premisas cuestionadas y añadir la negación de las premisas falsas. El argumento remanente después de ese proceso es el que evaluaremos (o pesaremos).

Para pesar el argumento paralelo podemos asignarle un valor numérico. Usemos una escala del 1 al 10. Donde 10 es el máximo valor posible, la máxima fuerza: argumentos cuya conclusión es necesaria. En cambio, un argumento con 5 es un argumento bastante débil. Cuando le otorgamos menos de 5 el argumento no se mantiene en circunstancias normales.

Por ejemplo, al argumento coordinado fuerte «el sistema postal es perfecto, porque las cartas llegan a tiempo y en buen estado» podemos otorgarle un valor de 6. Pero supongamos que su primera premisas es cuestionada y el argumento restante es «el sistema postal es perfecto, porque las cartas llegan (siempre) en buen estado», en ese caso, aunque la conclusión se mantuviese, lo haría mucho más débilmente. Como máximo podríamos otorgarle un valor de 5.

(2) Argumentos en contra

Cuando un argumento se enfrenta a otro que conduce a la conclusión contraria, podemos pesar cuál es más fuerte sin necesidad de otorgarle un valor numérico. El argumento que tenga menor fuerza quedará injustificado (su conclusión no se mantendrá).

Es posible que pienses que ambos métodos para determinar cuáles argumentos están justificados o son victoriosos en una discusión es bastante subjetiva. Estás en lo cierto. Estos métodos no son precisos. Solo en el caso de argumentos deductivos o de conclusiones necesarias la evaluación es exacta. Pero en las discusiones cotidianas la mayoría de los argumentos son no-deductivos, son argumentos de conclusiones derrotables. Ni siquiera son argumentos cuyas premisas tengan probabilidades más o menos precisas.

¿Qué podemos hacer para matizar nuestros sesgos al evaluar argumentos?

Podemos hacer dos cosas, siempre que sea posible:

(1) Cuando no estemos seguros de cuál argumento es más fuerte, es preferible otorgarles el mismo peso.


(2) Nuestras valoraciones de la fuerza argumentativa deben estar abiertas a discusión. Siempre que sea posible, debemos justificar nuestras valoraciones.



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